“Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
(Juan 20:29)
El mundo en todo ámbito de cosas exige señales y evidencias para creer. Fiel reflejo de ello es la actitud de Tomás, que aún no podía creer del todo, que Jesucristo había resucitado: «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré» (Juan 20:25b). ¿Cuál fue la causa de la falta de Fe de Tomas…? Su incredulidad. Justamente esta es la gran barrera para que muchos conozcan de nuestro Señor Jesucristo. A diferencia de Tomás, María Magdalena reconoció inmediatamente a Jesús resucitado luego de hallar su sepulcro vacío y acudió a donde estaban los discípulos para anunciar lo que había visto (Juan 20:11-18).
Su Palabra es clara en mencionar la dicha y el gozo de recibir a Jesús por la fe. Han transcurrido más de dos mil años de esto y aunque no tuvimos el privilegio de conocerlo cara a cara ni fuimos testigos de este glorioso acontecimiento en que Jesucristo resucitó, pero mediante su Evangelio poderoso y la obra de su Espíritu Santo hemos entendido su propósito en nuestras vidas y abrimos la puerta de nuestro corazón para recibirle. Creemos que Cristo no quedó clavado en la cruz o encerrado en su tumba, sino que vive y reina por la eternidad. Creemos que ya no hay cadenas de muerte e impiedad, pues Él se ha encargado de hacernos libres. Creemos que por su Gracia hoy tenemos vida.
1°Pedro 1:7-9 dice: «para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas».
Gloria a Dios por su Hijo. Bienaventurados somos en creer y recibirle en nuestras vidas.