“Y el que no lleva su
cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”
“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no
puede ser mi discípulo.” Lucas 14: 27 y 33
Aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador no solo requiere creer la verdad del Evangelio, sino tambien dedicarse a seguir a Cristo de manera abnegada. Cada Día hay que optar por negarse a sí mismo o vivir para satisfacer sus propios deseos egoístas. Esa elección determinara el destino de cada persona.
La cruz de Cristo es un símbolo de sufrimiento, muerte, vergüenza, injuria, rechazo y negación de sí mismo. Cuando el creyente toma su cruz y sigue a Cristo, se niega a sí mismo y se compromete en tres áreas: 1) Sufre en la batalla contra el pecado que dura toda la vida al crucificar los deseos de su naturaleza pecaminosa. 2) Sufre una guerra contra satanás y los poderes de las tinieblas. 3) Sufre el reproche, el odio y la burla del mundo.
Jesús enseña que quien quiera seguirlo y ser su discípulo debe primero decidir si está dispuesto a pagar el precio. El verdadero costo del discipulado es la entrega de todos los parientes y todas las posesiones, es decir, todo lo que tiene: cosas materiales, familia, su propia vida, sus deseos, planes e intereses. La Palabra “Aborrece” en este pasaje significa “Ama Menos”, es justamente lo que Jesús exige que la lealtad y el amor a Él sean mayores que los de cualquier otra relación, incluso la propia familia.
Eso no significa que debamos rechazar todo lo que tenemos, sino que debemos ponerlo al servicio de Cristo y bajo su dirección.